La transición democrática fue un proceso desarrollado durante la década de 1970 en España en el que se sustituyó el régimen dictatorial de Franco tras su muerte por un sistema democrático. El primer presidente tras la restauración de la monarquía fue Arias Navarro, con clara intención de mantener el franquismo y concordancia con los sectores inmovilistas, lo que, unido a los conflictos sociales y su mala relación con el rey, lo llevó a dimitir a mediados de 1976.
Fue entonces cuando el rey don Juan Carlos nombró a Adolfo Suárez como presidente del gobierno, por considerarlo idóneo para llevar a cabo la transición a pesar de la oposición generalizada incluso entre los reformistas. Él tomó la iniciativa política e imprimió un nuevo ritmo a las reformas, frenando a los franquistas y luchando por el consenso político (Doc. 1), al mismo tiempo que su gobierno hacía frente a la crisis y a los frecuentes ataques terroristas de ETA y GRAPO.
El proyecto más ambicioso por parte de Suárez fue la ley para la Reforma Política, aprobada en noviembre de 1976 (Doc. 2) y que guardó siempre la legalidad vigente según el lema de “ir de una situación a otra desde la ley”. El objetivo de la ley era cambiar el sistema normativo basado en las Leyes Fundamentales del Reino y en los principios del Movimiento, por otro democrático que recuperase la soberanía popular, estableciese unas Cortes con miembros elegidos por sufragio universal, elaborase una Constitución y declarase los derechos fundamentales de las personas. Para su aprobación, fue importante la figura de Torcuato Fernández Miranda, que redactó el primer borrador y convenció al bando franquista para dar su consenso.
Desde la muerte de Franco, los partidos, aún ilegales, actuaban con relativa tolerancia. El PSOE celebró su XXVII Congreso en Madrid en diciembre de 1976. Los líderes socialistas europeos lo apoyaron, y Felipe González se mostró moderado y dispuesto a participar en el juego electoral, incluso sin estar legalizados todos los partidos. Santiago Carrillo, líder del PCE, fue detenido en Madrid a finales de diciembre y puesto en libertad pocos días después. Adolfo Suárez legalizó casi todos los partidos, y a pesar de la negativa del principio, acabó legalizando también el Partido Comunista, lo que supuso numerosas quejas por parte de los militares.
En 1976 la Junta Democrática (PCE) y la Plataforma de Convergencia (PSOE) se unieron formando la Coordinación Democrática, conocida también como Platajunta, que englobaba a todas las fuerzas políticas y sindicales antifranquistas.
Con vistas a las elecciones libres, Adolfo Suárez formó la coalición de Unión de Centro Democrático (UCD), compuesta por un conglomerado de grupos minoritarios reformistas de diversas tendencias, y en junio de 1977 se celebraron. Durante su campaña (Doc.3) prometió, entre otras cosas, la elaboración de la Constitución, el acercamiento a todos los partidos y la institucionalización de cada región española.
Según la ya mencionada ley para la Reforma Política, las Cortes quedaban compuestas por dos cámaras, el Congreso de los Diputados y el Senado. Para el primero se aplicaba la ley D’Hont, que favorecía a los partidos mayoritarios y a los nacionalistas y a las provincias con menos habitantes. Para el segundo se usaba un sistema mayoritario y de cuatro senadores por provincia. Con mayor número de votos y gobierno en minoría se alzó UCD, y el rey proclamó como presidente a Adolfo Suárez. Durante su presidencia, es importante destacar la firma de los Pactos de la Moncloa, que buscaban una solución a la crisis y, simultáneamente, promocionar la imagen de gobierno comunicativo y abierto al consenso.
Es en 1978 cuando se aprobó la Constitución (Doc. 4), y en ella se proclamaba a España como “Estado social y democrático de Derecho” y su forma política como “Monarquía Parlamentaria”, y se establecía también la división de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial, entre otros. Además, se continuaba el recientemente iniciado proceso autonómico, con el que se acabarían reconociendo los nacionalismos históricos de Cataluña, País Vasco y Galicia hasta entonces enmudecidos, y el mapa español pasaría a estar formado por 17 comunidades autónomas además de las ciudades de Ceuta y Melilla.
Las elecciones de 1979 tuvieron un resultado semejante a las anteriores, pero las crecientes discrepancias dentro de UCD, la crisis económica, el terrorismo y la continuidad de los problemas autonómicos derivó en una crisis dentro del partido, que el PSOE aprovecharía para presentar una moción de censura que, a pesar de no dar resultado, consolidó al partido como mejor alternativa a UCD. Tras estos problemas, Adolfo Suárez dimitió en enero de 1981, y se escogió como sustituto a Calvo Sotelo.
El 23 de febrero de ese año, mientras se celebraba la investidura del nuevo presidente, un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Tejero asaltó el Congreso de los Diputados. Al mismo tiempo, en Valencia, el capitán general Milans del Bosch declaraba el estado de guerra y sacaba los carros de combate a la calle. En Madrid el general Armada, con algunos apoyos civiles, pretendía formar un gobierno de concentración.
La actuación del rey fue rápida y oportuna para hacer fracasar el golpe de Estado (Doc.5), y su mensaje agradó incluso a los que se oponían a la corona.
Durante el breve gobierno de Calvo Sotelo lo más destacable fue la polémica entrada en la OTAN, pero la UCD se acabó desintegrando entre 1981 y 1982, y se celebraron otras elecciones en octubre de 1982 (Doc. 6)
El PSOE ganó con mayoría absoluta, UCD, ya en sus últimos momentos, obtuvo unos resultados muy pobres y como segundo partido más votado quedó Alianza Popular. Se nombró como presidente a Felipe González.
Patricia Andión Marchena
2ºBAC-B